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El nihilismo (del latín nihil, "nada") es una doctrina filosófica que considera que al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido. Rechaza todos los principios religiosos, morales y gnoseológicos, a menudo fundamentándose en la creencia de que la vida no tiene sentido, de que no existe una deidad, puesto que la naturaleza y el universo son indiferentes con el ser humano, sus valores y su sufrimiento, de que no existe un fin último teleológico en presencia de un orden divino toda vez que Dios ha muerto, de que no hay una verdad absoluta y de que la realidad es aparente. El nihilismo suele presentarse como nihilismo existencial, forma en la que se sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco.[1] El nihilismo se puede considerar crítica social, política y cultural a los valores, costumbres y creencias de una sociedad, en la medida en que estas participan del sentido de la vida, negado por dicha corriente filosófica.
El término nihilista fue creado por el novelista ruso Iván Turguénev en su novela Padres e hijos (1862): "Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe" y se extendió de manera extraordinaria en la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX con distinto significado: para los conservadores era ofensivo, para los revolucionarios demócratas era una señal de identidad.[2]
Friedrich Nietzsche estructuró la conceptualización del término, pero este ya existía como corriente en la antigua Grecia[3] representado por la escuela cínica y en el escepticismo.[4]
El nihilismo niega aquello que pretenda un sentido superior, objetivo o determinista de la existencia puesto que dichos elementos no tienen una explicación verificable. En cambio, es favorable a la perspectiva de un devenir constante o concéntrico de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior o lineal. Es partidario de las ideas vitalistas y lúdicas, de deshacerse de todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes.
En este sentido el nihilismo no significa creer "en nada", ni pesimismo ni mucho menos "terrorismo" como suele pensarse, si bien estas acepciones se le han ido dando con el tiempo a la palabra. De todas formas hay autores que al nihilismo, entendido como negación de todo dogma para dar apertura a opciones infinitas no determinadas, lo llaman nihilismo positivo, mientras que al sentido de negación de todo principio ético que conlleve la negligencia o la autodestrucción lo llaman nihilismo negativo, aunque también se los conoce como nihilismo activo y nihilismo pasivo.
Una de las referencias más lejanas se encuentra en el filósofo sofista Gorgias quien afirmaba: "Nada existe, si algo existe no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable" o en la actitud vital del discípulo de Antístenes, Diógenes de Sinope.[5]